Tuesday, 26 May 2009


Durmieron juntos durante más de sesenta años pero jamás se miraron. Tampoco supo nada el uno del otro, aunque él siempre sonreía en las fotos, pasándole un brazo por el hombro. Él se acordaba de cada detalle de su vida, de su olor, del color de sus ojos y de su pelo. Ella recordaba cada una de las palabras que le dijo hasta conquistarla. Y aunque todos esos recuerdos venían en blanco y negro, ella aparecía pícara y sonrosada en las dos versiones. Y en todas, ellos se aguantaban las ganas de cogerse de la mano por un Madrid singular, que se me aparecía tan desconocido que, en cada relato, se trataba de una ciudad distinta. Una ciudad que no era sino ésta, a una temperatura invariable, pero sobre todo, a distinta luz. Aquel Madrid era en tonos sepias, un Madrid encuadrado en darregotipos, un Madrid que no cabía en una lata de celuloide. Poco les duró saber mirarse. A medida que entraba el color en sus días, el ritmo de la vida, que en aquellos años 50 era mucho más cercano al de una capital de provincia que a la capital de España, salían las sonrisas. Cada día eran más desconocidos, así que cuando les tocó vivir, simplemente no supieron cómo hacerlo. Aquel Madrid que les congeló y les presentó para luego ir haciéndoles olvidarse el uno del otro cada día. No debió ser fácil trabajar todos los días del año, sin excepción, y llegar por la noche, después de mucha tinta y otros tantos trasbordos de tranvía.

Monday, 18 May 2009

Reescribiste, como sólo tú sabías hacerlo, planetas, estrellas, lunas. Redecoraste mi sonrisa y el curso de mis lágrimas tantas veces... Y yo, tan anónima, recortándote en pedacitos para pegar mi pena, mi culpa, mis alegrías y mágicas noches... por la habitación. Y tú ni siquiera lo sabías. Pero se acabó. Cerraste el grifo, y es definitivo. Eras etéreo detrás de las frases que yo sabía que no pintaste por mi, pero que adivinabas... Fuiste cauce de mis desbordamientos, y desbordamiento de mis cauces (los más bonitos, los más sentidos, los gin tonic y kit kat de madrugada). Fuiste las líneas que se comparten, que laten por personas sin nombre que pegaron sus ojos -y aún pegan- a tus letras. Y tantos acordes de por medio. Y tantas, tantas cosas fuiste... Y ahora, hoy, que ya no estás y tus líneas son punto y final de tu último poemario... Ya, sólo, eres, que eso es lo que siempre cuenta, en tinta, en papel y en páginas y páginas... Como la voz a ti debida que ya no tengo y no sé ya quién guarda. Benedetti, siempre. Viva el 88. Y tus mil millones de letras.
Recité por ti a voz en grito hoy en la Quintana.
Gracias

Remite


  • kay

  • Llegué por casualidad y por una conversación de cafetería envuelta en dudas. Encontré en los paraísos electrónicos los abrazos más auténticos... viajé sola por Kioto, por Dresden, embotellé lluvia y suelto lastre. Ahora sólo escribo, de oficio. Y en septiembre de 2009, años después de posarme para aterrizar, vuelvo a emprender una aventura voladora; desnuda y rellena de letras. bienvenido
radiografía
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tinta y prosa
y letras e historias con máscara
y cristales rotos...
y tus ojos, reinterpretándolo todo



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