El guía se rascó la cabeza varias veces y contiuó hablando, "dicen que sí; que efectivamente describió este jardín en alguna de sus novelas".
"Tiene que ser éste. Fíjese bien; la misma verja negra, el mismo recorrido de los troncos enredados en los barrotes. El mismo verde. Exactamente el mismo. Y qué decir de la casa que describe. Está claro que se refiere a éste palacio. Y quien no quiera verlo, no está mirando, pero está claro clarísimo. Siempre que vienen a verlo, yo se lo digo a los que entran: que este es el palacio que Cuernavaca describía en sus cuentos de verano gris, no hay duda".
El señor Lera, poeta, de unos 60 años, terminó por creer que aquello tendría que ser el jardín que leyó en aquel libro. La elegancia al describir el humo del aire asfaltado, tras la verja osura y áspera. No había duda. El jardín de casa de su hermano Claudio en la costa Marfitana. Respiraba aquel aire de alquitrán y sal de mar y no podía más que acordarse de aquella lectura. Y de que se había dormido con Sara hablándole al oído hasta que se fueron apagando, poco a poco todas las luces de la bahía.
Recordaba todavía aquellas metáforas, y las disfrutaba sabiendo que cada lugar visitado acababa teniendo que ver con aquel texto. Era como un espejo que colocabas a tus espaldas y reflejaba cada vez un paisaje distinto. Aquel día se levantó gris, y se rozó con la punta de la lengua los nudillos al descubrir una herida en ellos. Sabía a sal.
"Tiene que ser éste. Fíjese bien; la misma verja negra, el mismo recorrido de los troncos enredados en los barrotes. El mismo verde. Exactamente el mismo. Y qué decir de la casa que describe. Está claro que se refiere a éste palacio. Y quien no quiera verlo, no está mirando, pero está claro clarísimo. Siempre que vienen a verlo, yo se lo digo a los que entran: que este es el palacio que Cuernavaca describía en sus cuentos de verano gris, no hay duda".
El señor Lera, poeta, de unos 60 años, terminó por creer que aquello tendría que ser el jardín que leyó en aquel libro. La elegancia al describir el humo del aire asfaltado, tras la verja osura y áspera. No había duda. El jardín de casa de su hermano Claudio en la costa Marfitana. Respiraba aquel aire de alquitrán y sal de mar y no podía más que acordarse de aquella lectura. Y de que se había dormido con Sara hablándole al oído hasta que se fueron apagando, poco a poco todas las luces de la bahía.
Recordaba todavía aquellas metáforas, y las disfrutaba sabiendo que cada lugar visitado acababa teniendo que ver con aquel texto. Era como un espejo que colocabas a tus espaldas y reflejaba cada vez un paisaje distinto. Aquel día se levantó gris, y se rozó con la punta de la lengua los nudillos al descubrir una herida en ellos. Sabía a sal.
Y es que ahora no puedo decir más que: me encanta. Me has emocionado, me has sorprendido.
Ya te lo has demostrado a ti misma. Sigue sorprendiendo(te)
Un abrazo gigante y multiplicado.
Posted by
E |
Friday, July 28, 2006 11:57:00 am
y seguro q era ese jardín....
jardines....
tengo ganas de visitar la ciudad de en medio para perderme en el botánico y en el retiro, para perderme entre tanta gente...
quizá para conocer a una prima...
abrazos ausientes desde el norte
Posted by
pqueno |
Friday, July 28, 2006 7:26:00 pm
Te sigo de cerca, las palabras se guardan en pequeños fracos cerca de mi almohada, pero prometo que volverán.
Sé donde andas, no te creas que he dejado de verte, te espío a través de aquel catalejo de mano que te perseguía por los túneles de la ciudad-lobo.
GATO NEGRO
Posted by
Gato negro |
Sunday, August 06, 2006 1:24:00 pm
está bien eso de relacionarlo todo con un texto leído, pero demasiada fijación hace que se pierdan otras nubes que pasan sugerentes por ahí....
Disfruté el texto
Posted by
gaia56 |
Sunday, August 27, 2006 10:45:00 am
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Escribo para ti, para mi, para contarte y que descifres cuando quieras lo que necesites. Para hacerte recordar, para guiñarte un ojo, para darte la mano, para sonreír contigo... Gracias por comentar