sin repasar, al natural
Podría definirse como una amalgama de defectos que todo el mundo termina por amar, y que nosotros nos esforzamos por esconder continuamente. En este saco de esencia, llamémosle "lluvia embotellada", por ejemplo, se encuentran también nuestros miedos, esos que alguien vino escribiendo por nosotros en nuestra vida hasta el momento en que fuimos capaces de sentirlo, más allá del miedo a la oscuridad y a las pesadillas, o a perder a mamá o papá. Porque cuando los miedos aparecen en forma de perder a alguien más allá de nuestra propia sangre, y que sentimos como parte nuestra, no queda en nuestra esencia, sino escrito en nuestra vida.
Pero también podríamos ampliar el frasco de lluvia a nuestros olores, sabores preferidos, esos que irrancionalmente buscamos en cada champú, en los olores de la casa del pueblo, que nunca cambia de aroma... y no sé, a tantos lugares que revisitamos ya de adultos. Pero... sin duda, la más bonita, y la que nos hila el resto del camino; es decir, que permeabiliza el frasco para irse colando entre nuestros días, para mi, son nuestros sueños.
Nuestros sueños siempre están ahí aunque cambien de forma y aunque vayamos descartando mentalmente todo lo que nos propusimos un día. Ellos nos sustentan, en el fondo, y aunque los arrinconemos en el sitio de las dudas y les demos la espalda como idioteces y fantasías.
Para mi, siempre siguen en nosotros, aunque a veces nos olvidemos de ellos.
Sé que muchos no habrán leído el texto hasta esta altura, y que seguramente les parezca una tormenta de ideas. Yo he de decir que escribo hoy porque así lo siento y porque he intentado ordenar algunas cosas que me mueven últimamente.
Estoy abriéndoles mi corazón, señores. Pues he sentido vértigo existencial a crecer precisamente por pensar que la prisa y los convencionalismos estaban haciéndome olvidar mis propios sueños, e incluso impidiéndome recordar mis miedos... En fin. Intento encontrar quién soy y hoy creo que sólo puedo hacerlo pensando en quién soy en el fondo y cuántas cosas me hacen ser y me han hecho ser qué soy ahora, hoy.
Creo que soy pedazos de todos ustedes, me conozcan o no; simplemente por haber interactuado conmigo en alguna ocasión. Así que gracias.
Soy pedazos de verde oliva, de rojo sangre; de niños rubios de ojos claros, de morenos con pinta de malos y moto, de veranos con amigos, de desengaños; también soy pedazos de Gilda con pluma en mano, y pedazos de besos en la playa del Cantábrico. Soy un colegio lleno de amigas increíbles que aún hoy son lo más importante que tengo; soy recuerdos de clase de CAV, otras tantas risas en PER. Soy biblioteca de la UAM, y soy secretos viajes de Ginebra, y cafés de Berlín, y cementerio de París, y manoplas... y canciones de The Shins, y películas en versión original. Y rosas, y luna llena, y barrio de las letras, y helado en tu terraza, y gominolas en la tuya y... ocuparía tantos post, que prometo dedicaros uno de recortes y de corrientes eléctricas. Me lo apunto
Y hoy arranqué con esta idea porque me di cuenta de que tú, en especial tú, sin quererlo, me has dejado ver que eres pedazos de sueños que tuve y de detalles que me hicieron ser feliz. Y que a veces no los valoro porque los viví breve e intenso. ¿Sabes? M. Rdz lo dijo una vez, cuando me puso Mayo de 2002: "Las dos se merecían esa canción, una por una noche, la otra por un millón"... Y creo que aquella canción de Luis Ramiro define perfectamente gran parte de las cosas que vivo, hoy, y que me dejan seguir viviendo, enseñándome a ser yo, tú, y nosotros. Por separado.