Olores
He olido a medio día un recuerdo que no ubico ni localizo en el espacio, tiempo o memoria. También he suscrito que las pasiones lo son cuando son incompletas. Lo ha dicho Penélope Cruz en la nueva de Woody Allen. Sé que me gustaba ese olor. Era un gel de miel de natural honey. Me recordaba a mucho, eso lo sé. Y los olores me recuerdan a personas, siempre. Aunque no siempre haya compartido la ducha con ellas. Los clasifico mentalmente en años, veranos o pasiones. Incompletas, claro. Como el hecho de cambiar de jabón por el siguiente que está de oferta. A veces no me queda más que admitir que los del marketing en el fondo tienen corazón [mentira, ni por esas]
Tengo un archivador de olores, pero no soy buena a la hora de recordar dónde pongo las cosas, aunque las coloque a conciencia "belén, no lo olvides, lo has dejado aquí", y en ese momento tiene hasta lógica, pero la memoria me funciona a prueba de fotos, y no de reglas nemotécnicas. También a prueba de olores. Pero confundo fin con medio para el fin. Y eso no es tampoco una buena forma de organizar nada.
El Xacobeo tiene olores. Roma los perdió, no consigo recordar ninguno. Pamplona huele a crema de cuerpo de Garnier, como mi casa de Benta Berri. La crema de natural honey es la parcela de inma, y el columpio rosa que el yayo hizo con sus manos para las tres primas. Cebreros es piñones, mi abuelo y la leñera. Y los bocatas de la abuela son el verano del 89. Siempre.
Hay años clave, hay olores clave. Pero la memoria es traicionera y a veces hace que olvidemos con facilidad. Por eso de nada me sirve saber qué colonia usas. Porque sólo me quiero quedar con lo que recuerdo de eso. No etiquetarlo. Aunque no pares de repetir que me encanta etiquetar las cosas.