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Retrospección-Introspección


Ya ves, terminé volviendo a encontrar mi sitio para poder escribir sin tener nadie que se asome a mirar.


Yo escribo desde un café que llora, desde el vapor de sus cafeteras, trabajando a todo gas, porque allí fuera no ha llovido nada. Coloqué el bolso en un perchero antiguo, de latón pintado en azules, junto con mi sombrero de gata. Arranqué la silla de debajo del estante y preferí tomar asiento en el enorme butacón de terciopelo verde oscuro que tiene roído uno de sus brazos.
Es cómodo, y parece llevar toda la vida esperándome. No a modo de cuento; ni siquiera como tú o yo, o ninguno, imaginamos cuando soñábamos a distancia. Es real como tu vida, y a veces, como la mía.

Es precisamente el café del que te hablé, y casualidades, el café donde le conocí del todo.

Cuando te hablaba de él como de una fachada mágica en mitad de una ciudad, donde el agua caía sobre latas de pintura, no podía imaginar, que estaría presagiando en instantánea idealizada, la llave de la felicidad duradera.
Un instante, a cambio de una cicatriz y un cheque en blanco para cuidarla.

Que acabó por curarla.

Perteneciste a la parte de mi que más amaba, la yo más auténtica; con lo fácil que resulta serlo cuando el tiempo no acaba por consumirte entre cuatro paredes y un horario de tetris. Sólo ahora puedo darme cuenta. En realidad, lo pensé hace tiempo, pero es ahora, cuando caigo en la cuenta de que con todo, cerré la puerta al Armario de Narnia, coincidiendo con la última estación antes de hacerme mayor.

A veces pongo el pie fuera, para comprobar si sigue lloviendo, pero ya ves que no; por aquí ha sido un invierno de lo más desagradable. No para mi estado de ánimo, que se ha mantenido fuerte y firme como el sol. Que ha sonreído siempre. Pero el invierno pasado fue mágico, y así todos aquellos inviernos anteriores en que dibujé ciudades, y en que planeé Berlín.

Sin lluvia;

aunque has de saber que mis botas de charol y agua siguen saliendo a buscar lluvia. Y se precipitan sobre charcos de aceite que dibujan arcoiris sucios junto a las alcantarillas y las ruedas de los coches. Pero no hay precipitaciones. Sólo sucesiones de páginas y días en blanco; de oficina y decisiones que quieren convertirse en importantes.

¡Ay! Cómo cambia la vida de pronto.

Qué perfecto es, seguir avanzando como en un vagón de madera, lleno vetas y láminas quemadas, chirriando rueda por la estación en que alguien espera parado, sentado junto a algún árbol lleno de secretos. Intentando desvelar, como tú, la alquimia de lo que está por venir, y lo que será de…

Y sufrir como todos, lo que se sufre cuando se cambia de estado.


Aunque no sé si les pasa también al resto de animales

pq aprenderemos, creceremos, lloraremos, reiremos...y pasarán tantas y tantas cosas...

abrazos ausientes desde el norte

(te debo un café en mi próxima visita, q, prometo, será con tiempo)

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Yo te leo.
Desde la emisora de algun taxista cualquiera, desde el sonido apagado de tres ordenadores.
Coloqué el silencio en el fondo del cuarto para olvidarme de que estaba sola. Me colé en los armarios de poetas que se enredan entre códigos, para olvidarme de que hoy, seguía sola.

Qué agradable es seguirte a todas partes haga sol o llueva.
Y a sufrir,
que es lo que toca.

Tenemos que vernos. Ahora estoy en plan agobio total pero con muchas ganas. Pelirroja. Quiero pararme y saborear tus letras.

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Escribo para ti, para mi, para contarte y que descifres cuando quieras lo que necesites. Para hacerte recordar, para guiñarte un ojo, para darte la mano, para sonreír contigo... Gracias por comentar

Remite


  • kay

  • Llegué por casualidad y por una conversación de cafetería envuelta en dudas. Encontré en los paraísos electrónicos los abrazos más auténticos... viajé sola por Kioto, por Dresden, embotellé lluvia y suelto lastre. Ahora sólo escribo, de oficio. Y en septiembre de 2009, años después de posarme para aterrizar, vuelvo a emprender una aventura voladora; desnuda y rellena de letras. bienvenido
radiografía
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tinta y prosa
y letras e historias con máscara
y cristales rotos...
y tus ojos, reinterpretándolo todo



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