
I PARTE: LA LUZ
Ayer soñé con ser feliz.
Y me dio por pensar que quiero escribir y leer.
Hoy me he leído 230 páginas y una novela.
Ayer intenté escribir. Me desabroché las mangas de la camisa y me puse a imaginar cuántas corrientes eléctricas habían salido de mis manos rememorando historias. Y los puntos de conexión entre ellas, sus momentos, sus cadencias, sus espasmos y momentos de embriaguez.
En fin... dudé.
Pero no escribí una línea. Sé que rememoré, que clasifiqué y que maqueté en hojas hechas con otras hojas secas. Miré la pluma de escribir que nunca en la vida supe usar, y entonces me pregunté cómo había cambiado tanto mi vida para no creerme dueña de mi propio espacio en mi habitación.
No soy yo en mi casa. Esta ya no es mi casa.
Me acordé de mi casa. De mi habitación de ventanas enormes y verdes, y del vino en el alféizar. Y de las bicis, de los paseos y del verde, verde, verde. Hilé fino aquellos recuerdos y también los de más allá. Y caí en la cuenta de que al lugar donde has sido feliz sí deberías tratar de volver.
Y cerrar los ojos y escuchar canciones de maga, o de the postal service, o muse, o the shins... o wir sind helden.
Y de pronto la pesadilla: había cristales rotos, mucho humo, letras rotas y nanas pasadas por armónica.
(A decir verdad, buscar sentidos en los porqués es un placer exclusivo para personas sol. Que desprenden luz y no remordimientos)
II PARTE: MORFOSINTAXIS
Quise pintarte un retrato de perfiles gráficos y grafológicos (morfosintáxicos)
Sin lógica alguna hoy, también, podría llamarte. Llamarte la atención o simplemente llamarte para escuchar de tu boca cómo funciona el mundo y cómo te subes a él en marcha, embadurnado de vitaminas y somníferos.
De mientras, ordeno mi propia vida y recoloco mis emociones para clasificarlas como mariposas muertas, listas para análisis forense.
Entre tanto, pierdo minutos que no gano por otra parte siquiera para reconstruirme.
Así que esta mañana, decidí dejarme caer sobre plumas de cuadros para proyectar imágenes en la pared. Aislé sonidos, ruidos, gritos. Pensé taconeos, palmas, risas y soles.
Y de pronto...
He visto niños y playas, y adoquines, y vallas, y olores en papel antiguo, y sarcasmo, y celos, y he olido la paz momentánea. Y el saboreado el silencio, inquieta, revolviéndome por dentro nada bueno. Pero conseguí cerrar los ojos y ver motivos y leiv motiv.
Pretendo escribir una buena historia. Esto sólo son retazos que no quieren llevar a absolutamente nada. Y odio escribir para nada, pero es lo que hay, de momento.
Creo que es la katharsis, para, mañana o pasado, o dentro de tres semanas, sellar o sentenciar con tinta roja el final de una historia.
Escribir con vino en vena, con tinta en tantas cartas no pensadas siquiera.
De fondo, música de Maria Callas templando el paso del tiempo e ilustrando la luz blanquecina de frío que entra por un ventanal más ancho que alto: poco auténtico, y por supuesto sin alféizar... y sin flores, ni fotos nuevas, ni blanco y negro... sólo luz.
Aunque al menos, queda luz
No busco sentidos; simplemente rememoro y valoro