media luz, y sombras
La cocina, fría y gris, emite un desagradable zumbido desde el techo, mientras se enciende y apaga la barra blancuzca de luz fría. Se acaba de lavar las manos con detergente líquido. Gel verde brillante, frío, transparente. Coge un paño rojo y blanco y las seca, en sumo silencio.
Una silla de tijera, con tres láminas de menos, sostiene su cuerpo huesudo, forrado en bata de franela. El olor del sofrito de la olla, se mezcla con la colonia Brumel que acaba de repartirse por el cuello, blanco, pálido como cal, como su rostro, como sus manos, como toda la piel de su desgarbado esqueleto. Frunce el ceño y destensa los músculos del cuello, con movimientos circulares y ordenados.
Se mesa el pelo, perfectamente engominado, y se acerca a la mesa, pisando con zapatillas, de cuadros, pero sin cubrir el talón, sin tocar la separación entre baldosines de gresite verde y beige. Desencaja su mandíbula.
- "Comprar estropajo verde.
- Pedir dos barras de pan de torrijas.
- Pagar legumbre al recadero"
Chasquea la lengua. Saca un pitillo del paquete blando de celtas. Lo prende con un fósforo de madera que hay dentro del frutero. Se acerca hasta el pasillo. Retira con esmero la F. N. Browning B-425, y le saca brillo con un pico de la bata.
El zumbido del fluorescente se hace insoportable. Mira hacia arriba. Tira la colilla al cubo de basura. Y coge el teléfono. Marca 091. Ni gritó
Y cuelga.
Se acerca al frigorífico. Anota con rotulador verde: "Comprar ambientador de flores".
Te dije que no cocinaras con la puerta abierta, que el olor a guiso se cuela por toda la casa, mamá. Dice con voz lenta, dirigiéndose al camisón de puntillas, rojo ya, por la sangre del cartucho incrustrado en la sien.
Se da la vuelta, coloca la silla en línea con la mesa, y termina la cena, en tres cucharadas, de manera impoluta y exquisita.
A las 3 am, dos miembros del cuerpo de bomberos tirarían la puerta abajo. Encontrarán la casa en llamas, y en el pasillo, el cadáver de una mujer de 77 años, con un tiro de escopeta en la cabeza.
La vieja vivía sola, demente y senil, afirmando que su hijo habría vuelto de la otra vida para hacerle su vida un infierno y que no pararía hasta verla muerta.