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colchones (ejercicio de fuentetaja junio 2007)




(imagen propiedad del blogger http://www.desenfocado.com/index.php?showimage=895)


Coches, cláxones, tubos de escape, escapes libres en motos… Nacho se concentró en el zumbido de la radio mal sintonizada que salía del cuartito del fondo de la tienda de colchones, camas y almohadas


Recostado sobre aquel colchón restform cualquiera diría que Nacho llevase días sin dormir. Mantenía los ojos bien cerrados, a prueba de balas. Mientras, pasaban delante de él dos parejas con un vendedor con gafas gruesas, y dos niños se mantenían detrás de los somieres de lamas, apilados contra una pared, y le mirabam riéndose. La niña estaba mellada, y el niño llevaba un peto rojo con un bolsillo por encima de la barriga. Su novia, Ana, discutía con su madre sobre la duración media de un colchón. La una, delgada y castaña, con ojos claros, los entornaba con resignación, mientras la mujer mayor gesticulaba detrás de un cartel de “rebajas, todo al 35%”, mesándose el pelo corto abultado, como una copa de helado italiano, en un rubio platino, casi nacarado.


Hombre Nacho” Le había saludado exagerada, y cínicamente Concha desde la puerta de la tienda. Había entrado moviendo su enorme culo envuelto en una falda rosa fucsia, que hacía juego con sus picados carrillos cárnicos empolvados en el mismo tono. Había visto a su suegra desde fuera de la tienda. Mientras bajaba del bus esos dos jamones envueltos en rejilla gruesa y negra. “Si te caes, te desconchas” se había dicho el chico, aguantando la risa, asumiendo el chiste tan malo que acababa de hacer.


Pues dos paredes de toda la superficie son de cristal, una da a la parada del 83 y al parque de la urbanización en que está la colchonería.


Nacho hijo… qué camisa más bonita” añade Concha… “¿está tan apagada porque es vieja o sólo porque está sucia?” Nacho se miró la camisa y la acarició. Nana lanzó una mirada de cariño a Nacho, después de flashear a su querida madre con los ojos. Nacho miró a su alrededor, y se topó con el colchón de sus sueños. “Voy hacia el fondo” dijo de pronto.


La colchonería Cuesta estaba en el barrio de Nacho, Peñagrande, que durante años se consideró la periferia norte de Madrid. Ahora todo rodeaba al barrio. Por la arteria central, en la que Nacho había aprendido a montar en bicicleta, la Avenida de la Ilustración, ya pasaba hasta una autopista, y aunque durante años pudo maquillarse tras finas tiras de tierra con arbustos, bordeando el carril central, lo cierto es que la nueva vía elevada que comunicaba el barrio con la M30, demostraba que el barrio había quedado cercado.


A pesar de esto, y de que Nacho hubiera preferido vivir con Ana en Guadarrama, donde sus padres le habían puesto un piso cerca de la sierra (ilusión de la señora Martín-Gallardo, que como buena madre consideraba que todo era poco para su niño) Pero Ana, toda una urbanita, había preferido quedarse en el barrio.


Nacho odiaba su barrio porque no tenía nada de especial. Lo odiaba tanto como aquellas zapatillas de lona que Ana le compró en la planta de oportunidades del Corte Inglés. Ese mismo jueves, pero por la tarde, serían casi las siete cuando salió del trabajo y tenía tres mensajes en el movil, de Nana para que no olvidara que habían quedado con la chica de la sucursal a y media en punto, para lo del nuevo mega crédito vivienda.


Perdona”, oyó de pronto. Nacho depegó uno de sus párpados. “¿sí?” respondió tranquilamente. Sobre él se agachaba unos enormes ojos verdes sobre los que caía un flequillo dorado bien recortado. “¿Vas a pasar el tiempo en esa posición, hasta que cerremos?” Nacho se incorporó de pronto, y se situó a la derecha de la dependienta. “¿Te gusta este colchón?” le dijo ella tranquilamente, apoyando sus uñas pintadas de colores en el borde de la cama?” Nacho se revolvió un poco el pelo, con la intención de tapar sus mofletes enrojecidos y se recolocó las gafas de pasta verde. “sí… me gusta mucho. Tengo la espalda fatal, sabes…” Dijo mientras se frotaba el cuello con la mano izquierda. “Ya imagino… es que los colchones hay que cambiarlos cada poco tiempo”. “Sí…” respondió Nacho en un hilo de voz.


Recordaba ese viaje en metro, y cómo no podía dejar de pensar en que lo primero para la casa sería comprar un buen colchón, pues ya estaba bien de dormir en un futón en el suelo, muy zen, pero había dejado de merecer la pena dormir en moderno, porque tenía las cervicales en crisis después de llevar todo el día rodeado de planos, proyectando en el estudio de Meltrix. De esto hace ya cinco años, y Nana no había visto clara la idea, hasta que el pasado mes Nacho había tenido que estar yendo a fisoterapia para intentar deshacer los nudos de su espalda.


Y es éste el tamaño que quieres… es decir, un colchón de matrimonio”. Nacho la cortó de pronto, “bueno, en realidad me da igual el tamaño… Sí, bueno, verdaderamente lo que más me importa es que sea cómodo, y si la fibra es ecológica, mucho mejor!”… La chica sonrió muy grande y le miró con admiración. “¡Bien! Me gusta… quiero decir… bueno es una gran elección, quieres que te enseñe más?” “Bueno… verás, respondió Nacho” es que tengo que consultarlo con mi chica. La dependienta se sonrojó de pronto y dio un paso corto hacia atrás. “Claro!” respondió vivazmente.


Nacho se alejó la la chica sin mirar a atrás. Y ella, girando sobre el eje de su tacón, se dirigió al mostrador.


Oyó de pronto su nombre al otro lado de la tienda. Quiso no haberlo oído. “Ana, estoy aquí”. Y se acercó a su chica y a su suegra. Ana le cogió la mano fuerte y comenzó a contarle todos los avances hechos hasta el momento. Nacho no escuchaba nada. Sólo notaba la presión de la mano de Ana que le cortaba la circulación. Y Coches, cláxones, tubos de escape, escapes libres en motos… y la voz de Ana. “¿Qué opininas?” Le dijo Ana, apretándole más fuerte la mano. “He visto un colchón ahí, al fondo, que te encantará” respondió él sentencioso. La madre de Ana emitió un “buffff” totalmente desaprovador. Ana, bajó la cabeza con resignación y le dijo “enséñamelo, anda”. Y Nacho, aún cogido de su mano, aunque esta vez más suave, la llevó hacia el fondo de la tienda. Tenía su mano prendida, como si estuviera tirando de un hilván, y mientras avanzaban por los pasillos blanditos, Nacho no paraba de imaginar que encontraría la manera para convencer a Ana de que se fueran a vivir juntos a Guadarrama, o a Rascafría, porque eso era lo que él realmente quería.


¿Qué, qué te parece, no me digas que no es perfecto?” Ana soltó su mano, e inspeccionó la cama con cuidado. “bueno…” dijo de pronto. “No parece relleno de una gran fibra no?”


Nacho respondió inmediantamente “¡bueno Ana, es que es ecológico!” Ana no se sorprendió al ver su cara de entusiasmo, pero no podía compartirlo, no quería aquel colchón. “Nacho ¿por qué no miramos alguno más?”


Nacho se alejó de ella. Revisó el colchón de nuevo y añadió sin mirarla “Ana, a mi el que me gusta es éste”.


Ana se puso algo más seria. “Nacho, este no es un buen colchón, no creo que sea una gran inversión a largo plazo”.


Los ojos de Nacho se hundieron en la ventana ciega del fondo, que daba a una salita con un dormitorio lleno de cunitas. Dos dependientas cambiaban los cuadros de las paredes de cartón piedra. La dependienta de los ojos verdes seguía detrás del mostrador, mordisqueando un bolígrafo rosa. Detás suyo, un póster de la ruta del Cares. Echó de menos el norte. Se miró las zapatillas una vez más. Aún guardaban algo de verdín. Ana no había querido venir a la última excursión a la pedriza. Tampoco a la anterior a Gredos, porque decía que le dolía un tobillo.


Ana, ¿a ti te gusta mi camisa?” Le dijo de pronto. “Pues sinceramente… no es mi preferida” respondió ella confundida. Nacho no tardó en responder “¿por qué no volvemos mañana?” “Como quieras” respondió la chica mirándose las uñas.


Repensando tus textos me acordé de una cama y del tiempo que estaremos sin la nuestra.
Ni 40 días ni mucho menos 40 noches, serán más lejos de ti, aunque la vuelta...
te echo de menos

Post recién descubierto! y me siento un poquito prota en cada uno de sus personajes,jeje y no solo porque aparezca de vez en cuando un "Nana". Me identifico con los coloretes de nacho, con el flequillo de la dependienta, con mudarme a la sierra, con las camas estilo zen y el dolor de espalda...Vivan tus ejercicios de escritura. Ya tengo fuerzas xa darle otro empujón a la tarde.
muas!!!

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Escribo para ti, para mi, para contarte y que descifres cuando quieras lo que necesites. Para hacerte recordar, para guiñarte un ojo, para darte la mano, para sonreír contigo... Gracias por comentar

Remite


  • kay

  • Llegué por casualidad y por una conversación de cafetería envuelta en dudas. Encontré en los paraísos electrónicos los abrazos más auténticos... viajé sola por Kioto, por Dresden, embotellé lluvia y suelto lastre. Ahora sólo escribo, de oficio. Y en septiembre de 2009, años después de posarme para aterrizar, vuelvo a emprender una aventura voladora; desnuda y rellena de letras. bienvenido
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