Thursday 27 July 2006

El guía se rascó la cabeza varias veces y contiuó hablando, "dicen que sí; que efectivamente describió este jardín en alguna de sus novelas".
"Tiene que ser éste. Fíjese bien; la misma verja negra, el mismo recorrido de los troncos enredados en los barrotes. El mismo verde. Exactamente el mismo. Y qué decir de la casa que describe. Está claro que se refiere a éste palacio. Y quien no quiera verlo, no está mirando, pero está claro clarísimo. Siempre que vienen a verlo, yo se lo digo a los que entran: que este es el palacio que Cuernavaca describía en sus cuentos de verano gris, no hay duda".

El señor Lera, poeta, de unos 60 años, terminó por creer que aquello tendría que ser el jardín que leyó en aquel libro. La elegancia al describir el humo del aire asfaltado, tras la verja osura y áspera. No había duda. El jardín de casa de su hermano Claudio en la costa Marfitana. Respiraba aquel aire de alquitrán y sal de mar y no podía más que acordarse de aquella lectura. Y de que se había dormido con Sara hablándole al oído hasta que se fueron apagando, poco a poco todas las luces de la bahía.

Recordaba todavía aquellas metáforas, y las disfrutaba sabiendo que cada lugar visitado acababa teniendo que ver con aquel texto. Era como un espejo que colocabas a tus espaldas y reflejaba cada vez un paisaje distinto. Aquel día se levantó gris, y se rozó con la punta de la lengua los nudillos al descubrir una herida en ellos. Sabía a sal.

Monday 24 July 2006

dudo, luego...

Dices que me quieres, pero sí, aún guardas secretos en blanco y negro con trasfondo azul, o verde.
Dices que es lo mejor, lo inédito, lo único, pero sé que aún no has borrado completas las velas del barco que decidiste hundir por mi. Y que yo tampoco y que tú también lo sabes. Pero que no es lo mismo.
Fingimos que no sabemos que se archivaron, pero sí, ahí están, y no los quiero ahí. Pero no es igual haber dicho te quiero mucho y haberlo omitido. Que si los borraste, los borraste, y no quedan... ¿o sí, y qué, por qué? Dime.

Que yo, lo que quiero, es soñar contigo, cada noche, cada día, y decirte tantas cosas que al tiempo he ido olvidando aprender a improvisar. Volver a ser yo entera, y sorprenderte siempre, y encontrarte de nuevo, como si todo fuera nuevo.

De ahí que abra páginas para reconquistarte siempre.

Pero siempre dudo -un poco- si acaso acabaré pensando si soplas o no las velas para dejarme dormir o porque se llevan todo el oxígeno.


Yo quiero estar segura, y cuando lo consigo, cuando tú no miras, yo vuelvo a preguntarme si acaso no será para ti como siempre, y acabará apagado.
Y no estarás ahí cuando me despierte. Tengo miedo a que esa vez no te hayas quedado mirando cómo duermo, un buen rato. No hayas preferido desayunarme con los ojos y enredarme el flequillo con un dedo, mientras sueño, y mientras llega el coche a buscarte para llevarte a la frontera y liberarte unos días del calor sofocante.


Fue bonito saberte mirándome, mientras yo soñaba contigo y con verte quedándote y diciéndome que te irías conmigo, a cualquier parte... Fue bonito despertar a ratos y verte mirándome, así, sin esperar nada, sólo despedirte...
Julio siempre sabe a despedidas en cualquier parte. Y Cortázar sobre la mesa (para que no me olvide de cuidarle en tu ausencia) también lo sabía. Estoy convencida.

Este día vi "el tigre y la nieve", y pensé en ti. Y en cómo me hubiera gustado verla contigo. En versión original, en italiano... Después de un café en el oeste y una puesta de sol de verano.

Wednesday 12 July 2006

Sí, es cierto. Veo muchas cosas desenfocadas. Es porque no siempre recuerdo que he de graduarme a medida, y que todo quiere a oler a tierra mojada pero no huele. Todo quiere llegar a ser pero no termina de arrancar y se queda a medias.

Siempre son tres luces las que coronan el firmamento. Pretenden ser estrellas, pero nunca podrán ser sustituidas. Y tú vas a irte a la montaña y verás miles de estrellas y yo me quedaré bailando aquí. Buscando algo de aire no-calimático que me haga sonreír. Iré en tirantes la mayor parte del tiempo, en sandalias y con falda de media pierna. Con sonrisas, pelo suelto, y carreras por el centro. Y te echaré de menos. Así que toma nota. Y déjame que te cuente...

Quiero soñar por fin con la tormenta de verano. Con el gris que vuelve.
Cuatro luces se distorsionan aquí, desde donde yo espero e imagino cuál será el próximo movimiento de los árboles, que por fin han decidido moverse.

A ritmo de jazz, o algo parecido a blues. Todo a la vez y revueto; teñido de azul oscuro con nubes de referencia. Con sirenas de fondo aliñando la fiesta que se prepara por fin, para la tormenta de verano.

Thursday 6 July 2006

Un amago de querer, y tres elementos más

Para salvaguardar momentos. Lamento, de verdad haberte olvidado por completo. Pero anoche me acordé de que olvidé mencionarte en el recuento. Y que pasaste fugaz, casi sin enterarme.

Por aquel entonces se puede decir que yo apenas vivía nada. Nadaba efectivamente, en alcohol la mayor parte del tiempo, e igual que tus labios besé varios labios mientras tú me llamabas o venías a buscarme a casa, o me citabas. Siempre te daba largas porque nunca te quise de verdad, apenas un poco. Y te debía esta reflexión.

Me despertaste la ternura que despiertan los chicos rubios de ojos azules que me recuerdan a uno de los tres elementos; que ibas a en bici y nos cruzamos varias veces por Orduña, cuando yo subía al cerro y tú bajabas a entrenarte por caminos zigzagueantes y obtusos. Como no me mirabas, yo me empeñé y me afané, y bebí de tu copa para beberte a trago, corto o largo; apenas recuerdo más que el color azul.

Recuerdo bebida por el suelo, música repetitiva, cada vez menos vergüenza y aparecidos de repente conocidos de Madrid. Quedamos en citarnos en la ciudad que nos ahoga y atrae en septiembre, antes de irte a nueva york. Bilbao no era ya ni una ciudad, ni un destino. Ni era tiempo, ni espacio; sólo era una bruma en y por la que me escurría amaneciendo entre callejones vagos. Porque no me importabas tú, solamente saber buscar el camino de vuelta a casa, no perder mi bolso, ni perder aquel estado de embotellamiento mental que conseguía hacer que no recordara Italia.

Contigo, ni siquiera me reía; tanto era así que al mirarte con la vista perdida entre los raíles, veía mi reflejo apagado en cualquier canto rodado que imaginara; te veía transparente y sólo me veía yo; porque valga añadir, o aclarar, que nunca exististe tú en nada de esto.

Entonces vinieron días en que sólo me importaba yo, supongo que yo y mi cama, y mi cuerpo sobre ella, hecha un nudo. Acurrucada en la esquina de madera, mirando mi única cicatriz de batalla, que aún a veces sigo notando vacía. Olvidando las letras, los nombres, los bailes, y demás motivos de felicidad extasiada que en aquel hoy dolían. Rompiendo el reloj, a fuerza de morfina para adormecer la herida del hueco en el corazón, tras mi paso por Nápoles.

Supongo que nada me dejaba sentir, que me envenené de mi misma, tanto que dejé de verme en nada de lo que hacía. Supongo que lloré tanto que olvidé que tenía ojos, cara, y manos, y los dejé ir todos ellos, perdidos en cualquier cama rota y sucia.

Perdí mucho, y casi un año después, hoy puedo concluir con que no viví nada de aquello, porque no puedo aprender de ningún paso dado. Y que apenas sí recuerdo nombres o caras, mucho menos manos, y mucho, mucho menos, besos o miradas desde el otro lado de la almohada.

Tristemente, me vacuné para no sentir nada, y terminé de llorar en una cafetería de Recoletos un mes de octubre a mediados, después del concierto de Maga y todas esas historias de vuelta de todo. Supongo que aquel día empezaron a desprenderse los lazos, y a día de hoy tenía que disculparme. Porque no te vi, y te dejé un "te llamaré, cuando pase todo esto, y sea capaz de cuidarme yo para poder cuidar a alguien más" en el contestador; ni siquiera me atreví a mirarte a los ojos.

Que viví en una burbuja, explotó, y me encerré en otra mucho más densa y compacta. Y que no me culpo por ello. Sólo que una vez cada muchos meses, quizá porque a veces me piensas con fuerza, me viene a la cabeza que no fui justa. Así que gracias por pensarme

Monday 3 July 2006

dicotomía al vacío

Él tenía nombre de cuento. Ella sólo de ocasión invernal, próximo al solsticio del frío. Ella amaba los cuentos, y él anhelaba el invierno...

Por él hubiera guardado toda la lluvia caída en pequeños tarros de cristal.
Con la fecha perfectamente impresa en cada uno. En una alacena de madera antigua. Medio de habitáculo de brujas, medio de casa de hansel y gretel.

día-mes-año; y a continuación el día que llovió y los motivos de la lluvia, así como, perfectamente explicado, por consiguiente, lo que había sentido ella mojándose, notando las gotas resbalar por según qué superficie. Incluso el tejido empapado. Anotado quedaría también alguno de los fragmentos de conversación que recordase, cómo se encogió el corazón; si pasó o si jamás ocurrió...

El objetivo era doble: almacenar recuerdos y gotas de lluvia para momentos de emergencia. Sería una especie de diario en el que almacenar lluvia en cápsulas. Además, de esa manera, no olvidaría qué sintió en aquel momento.

Ha de añadirse, que a ella, etimológicamente invernal y crecida a orillas del Cantábrico, la lluvia no siempre le era grata. Y sin embargo, había intentado encontrar la manera de recoger rayos de sol, para convencerle de la ventaja que posee la luz sobre el agua. Al margen de que el sol acabara con cada gota de agua. Luz sobre agua: brillo. Cogió un espejo y le mostró cómo la luz incidía sobre él dibujando formas y arcoiris de luz. "La luz recogida así y proyectada como tú lo haces podría llegar a resultar tan molesta que llegara a quemar mi retina".

No lo conseguiría nunca. Así que empezó a trabajar la idea de embotellar lluvia, etiquetada con momentos.
La primera de las pruebas, consistió en recoger la lluvia del momento más bonito del día, en el que coincidieran luz y agua. Cayó en la cuenta días más tarde, y desde entonces, comenzó a amanecer temprano para ver coincidir el momento-lágrima sobre las hojas y los cristales de los coches a primera hora; de vuelta o de salida. En aquel momento coincidían ambos elementos, y brillaban juntos, en un baile continuo. Era entonces, cuando ella se daba cuenta de que aquella era la mejor muestra con la que podía abrir: ella amaba dormirse con él, y él despertarse a su lado. Ella la luz, y él las gotas de agua. La mitad, el momento de sueño correlativo más bonito: el amanecer y el agua rociada al azar y con mimo, sobre las superficies.

Así arrancaría la intención de traerle lluvia y ponerle nombre e historia. Contextualizar momentos recientes para poderlos usar a placer según la gravedad del momento. Por ver avanzar cada día de sol radiante asfixiante, por no verle ahogarse en las olas de calor, planeó aquel proyecto de lluvia embotellada. Lo haría justo la noche o el día, o la tarde de la lluvia, cuando el fenómeno meteorológico aún se mantuviera en la retina

He aquí el primero de los ejemplos aplicados, quedaría así, como sigue:

30-11-05; Ha llovido mucho antes incluso de que me convencieras para quedar en romper las flores en versión original, y de que me pusiera vestido aquella tarde para no calarme la ropa. Comenzó a llover después de que me descubieras cojeando, y de que nos viéramos reflejados en el azucarero. Mucho antes, me he empezado a dar cuenta de que quizá no me disgustes. Ha llovido a la salida, camino a la c/Barco, salvamento de pelo empapado y anécdotas pasadas que no podían evitar que me fijara en tu sonrisa, mucho, por entonces. Han caído gotas sin demasiada tregua sobre mi cuero negro con cremallera, y sobre la tela roja de tus zapatillas rojas que no dejaban de buscar charcos. He resoplado creo que más de cinco veces para dejar de beber el agua de mi pelo largo, y tú no has dejado de mirar arriba "esperando lluvia en la cara", y yo pensando que buscabas estrellas. Efectivamente me has parecido un tipo raro. Pero delgadito y con gracia. Hoy no sé si te hubiera besado. No sé si acaso te gusto.

Aquello fue lo que pasó. Era domingo, y volvimos en el último metro.
Debí almacenar aquella lluvia que me hizo empezar a enamorarme de ti.
Al menos para que sepas que me importa que sufras en julio. Y que te las lleves cuando te marches en agosto, y me las traigas de vuelta en septiembre.

Sunday 2 July 2006

momentos circulares

"He decidido volver atrás, y reenganchar la mano que quedó parada entre otros conocimientos".

Así comenzaba otra de las tantas historias, impresas en folios, sin pasar de la tercera página, y que dormían en la papelera. Con cualquier cerilla hubieran ardido, en círculos desordenados, en ondas diferentes y chispeantes. Nunca pasó de la décima cuando se trataba de leyendas de mano propia, quizá por pereza, por no atreverse o por olvidarse. Seguramente por aquello último.

Al escribir reescribía lo vivido, y si no lo hacía, cada vez que marcaba una letra y volvía a por más tinta, pasaba mentalmente la película de turno, y cerraba la compuerta del acordarse para no hacer más leña del árbol caído.

Sonó el teléfono. No se trataba de ninguno de los timbres preestablecidos, y al ver número oculto en la pantalla del nokia, lamentó no haberlo apagado. Descolgó y preguntó despacio, con la boca aún pastosa como cuando uno, efectivamente, lleva sin hablar varias horas. Apretó los dientes, y movió varias veces la mandíbula para desencajarla. Pero sin duda, aquella voz no pudo más que revolverla por dentro. Pasaron tantos rostros en ese momento por su cabeza que era sin duda inútil parar la ruleta en uno sólo.
Colgó sin haber reconocido aquella voz.

Pero tenía claro el mensaje: "todavía guardo tus sueños en un tarro de cristal", y supo a ciencia cierta, quién enviaba aquel mensaje.

Así que cerró la puerta a su paso, y salió corriendo por la calle de en medio... por caminos estrechos

Ella salió de casa con la vía láctea... pero a partir de ahí, todo mera ficción.

Bebió horchata en vasito pequeño, con pajita verde rayada en amarillo también. Sorbió o despacio, haciendo en una lista de pros y contras, de más y menos, buscando la luna de vuelta, a la vuelta de la esquina. No la vio tampoco entonces, cuando regresó ya sola. Había contemplado estrellas sin quererlo en la penúltima parada de la noche. La del quiosco y el final de los encuentros en tierra de todos y de nadie.

Había visto abatidas las ganas en cualquier otra cuesta en muchas ocasiones más. Su vida había estado llena siempre de cuestas, y de suelos resbaladizos, y de pocas escaleras a diario. Sobre todo de cuestas. Como las napolitanas, mediterráneas ellas, regadas de cerveza, risa, y pasos rotos; mucho antes, se estancó en cemento, y esa parte no todos la recuerdan, decidió buscar fortaleza, negar que le gustan las sorpresas y renunciar a sueños. Ayer, hoy, mucho más ayer, y mucho más hoy de lo que ayer pudo haber sido...

Una parte del camino se deshizo en aquel tramo, y otro trozo enorme de cuesta aún vive a su par, a orillas del cantábrico y en cualquier historia imaginada entonces, o mucho más tarde.

Saturday 1 July 2006

nueva ventana tras el solsticio




Ya no estaba cómoda; había demasiadas cosas que estaban empezando a no gustarme. Ya no era el espacio en el que podía esconderme... demasiadas caras conocidas, reconocidas, y archivividas. Así pues, contando con todos, me embarco en un nuevo viaje, esta vez sin moverme apenas. Os invito, es más, necesito que nos sigamos siguiendo de cerca. Por mi parte no voy a dejar de buscaros...

Para empezar, arranca el verano y me quedo, esperando vuestros regresos cargados de recuerdos envidia, y arañando los últimos minutos de verano antes de vuestra marcha.

Mil besos,

Belén

Remite


  • kay

  • Llegué por casualidad y por una conversación de cafetería envuelta en dudas. Encontré en los paraísos electrónicos los abrazos más auténticos... viajé sola por Kioto, por Dresden, embotellé lluvia y suelto lastre. Ahora sólo escribo, de oficio. Y en septiembre de 2009, años después de posarme para aterrizar, vuelvo a emprender una aventura voladora; desnuda y rellena de letras. bienvenido
radiografía
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tinta y prosa
y letras e historias con máscara
y cristales rotos...
y tus ojos, reinterpretándolo todo



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